lunes, 24 de mayo de 2010
Al Sur de Galicia y al Norte de Portugal
martes, 11 de mayo de 2010
Encuentros en la metarrealidad
EXT. TEATRO REINA VICTORIA - NOCHE
La gente está saliendo. Javier Ruiz espera en la puerta, con su guión bajo el brazo, nervioso como una hoja.
JAVIER RUIZ
(hablando consigo mismo)
Me va a mandar a la mierda... A la puta mierda de hecho... Seguro que llama a seguridad.
Los actores empiezan a salir. Javier Ruiz no se da cuenta y sigue a lo suyo.
JAVIER RUIZ
Seguro que los de seguridad me dan una paliza y luego, cuando esté en el suelo desangrándome, vendrá ella a escupirme personalmente...
Justo en ese momento se da la vuelta. Se topa de frente con Aroa Gimeno, que ya va saliendo.
JAVIER RUIZ
H-h...
AROA GIMENO
Hola.
Aroa Gimeno hace amago de seguir adelante.
JAVIER RUIZ
He...¡He visto tu obra!
Javier Ruiz, debido a los nervios, empieza a gesticular de forma extraña, con las manos, con la boca, a veces pica los ojos sin querer.
AROA GIMENO
(algo extrañada por el comportamiento del joven)
Ah. Muy bien. ~Me alegro.
JAVIER RUIZ
Si, si... E-es muy...
Se queda callado, sin saber qué decir.
AROA GIMENO
Mmmm... Pues g-gracias.
Se dispone a seguir. Javier no puede permitirlo.
JAVIER RUIZ
¡Guión!
AROA GIMENO
¿Eh?
JAVIER RUIZ
T-tengo un guión... ¡Un guión!
Se lo extiende con las manos temblorosas. Ella no sabe qué hacer. Él hace movimientos impacientes con las manos, casi molesto, como para decirle que lo coja de una vez. Ella obedece, y entonces Javier Ruiz, presa del pánico, escapa corriendo ante la estupefacción de la joven.
En la historia la espléndida y bella actriz Aroa Gimeno, si finalmente decide subirse al barco en el momento de realizar el corto, haría de sí misma, en lo que es una especie de autoparodia ególatra-caricaturesca de mi propia persona (el personaje principal soy, lamento decirlo, yo). Di con ella a través de internet hace unas pocas semanas, casi por casualidad, y, todavía en el dilema de a quién proponerle el papel de la "actriz", me pareció que ella encajaba muy bien en lo que yo estaba buscando, así que puse su nombre en el texto y me decidí a tentar a la suerte.
Como veis en la secuencia voy al teatro a ofrecerle un guión para que participe en un corto. El guión que le ofrezco es el propio guión del cortometraje, así que en la ficción le ofrezco lo que quiero rodar en la realidad. Y como ella en estos momentos está representando "La ratonera" de Agatha Christie, en el Reina Victoria, pues tan sólo tenía que cambiar "La buena persona de Sezuán" del texto original por "La ratonera"para poder alcanzar una experiencia ficticia metarreal.
Allí que me fui, al teatro, con mi guión bajo el brazo, aconsejado acaso por algún Steven Spielberg chiflado que se cruzó en mi camino. Fui solo, pues solo iba en el guión, y disfruté la obra, me lo pasé bien. Conforme llegaba el final la idea de reproducir en la realidad lo que había escrito me iba pareciendo una mayor y más grotesca tontería. Aquella chica iba a pensar que era un pobre trastornado. Sin embargo pensé "bueno, no sería la única, qué más da". Así que la esperé al salir, me recibió con mucha amabilidad y le di el guión, casi sin dar tiempo a cruzar demasiadas palabras. No salí corriendo claro, ni tartamudeé ni nada de eso. Me hubiera gustado hacerlo, la verdad. De hecho llegué a pensarlo: hacer todo exactamente como sucede en la ficción, extenderle el guión con manos temblorosas, balbucear y salir corriendo. Pero ni mis dotes de actor ni me vergüenza me lo hubieran permitido, así que terminé deshechando la idea. Dita sea.
Al meditarlo en el regreso a casa me iba sintiendo cada vez mejor. Me hacía mucha gracia pensar en el momento en que leyera esa secuencia. A mi me encantaría que me sucedería eso: estar leyendo algo y toparme de repente con un suceso ficticio que acaba de pasar en la vida real casi de la misma manera y con las mismas personas involucradas. Y lo único que lamenté es no poder hacer lo mismo con todos los espectadores ¿Se imaginan?
sábado, 17 de abril de 2010
El prisonero de Azkaban
Llamadme imbécil, pero creo que El prisionero de Azkaban es una película llena de momentos de gran belleza. Una de esas rarezas que te recuerda lo bonito que era ver cine con ojos de niño.
lunes, 12 de abril de 2010
Divertimento
miércoles, 7 de abril de 2010
Entrevista con el Demonio
No soy defensor del canon, ni de cobrar en las peluquerías. Si soy defensor de que la gente que quiera ver una película o quiera escuchar una canción no se enfade porque el autor/es que la ha hecho posible quiera cobrar por su trabajo.
No sé... Después de mirar la entrevista con atención, y examinarlo todo con detalle no le he conseguido ver los cuernos a este Teddy Bautista. Supongo que ya lo dijo Kaiser Soze: "el mejor truco inventado por el diablo fue el de convencer al mundo de que no existía."
Y así... Desapareció.
martes, 30 de marzo de 2010
Cinema Paradiso
Si esta historia de la princesa y el soldado es significativa para mí -aunque a vosotros os traiga al pairo- es porque alentó en más de una ocasión mi conocida estupidez -conocida por los que me conocen, claro-. Una vez incluso intenté emularla de cierta forma, en una especie de cruzada romántica por el corazón de una mujer que me fascinaba de manera sobrenatural y no paré hasta que ella me hizo ver que aquello no llevaba a ninguna parte de la manera más ingeniosa: ordenándome que desapareciera.
Claro, aquello me pasó porque yo en aquella época aún no entendía cuál era la causa de que el soldado se hubiera marchado la noche noventa y nueve. Pero cuando algún tiempo después lo comprendí, cuando finalmente la vida me lo enseñó, fue cuando decidí no volver a pelear por el cariño de una mujer.
Decisión que de momento todavía no ha importado a ninguna, pero bueno... Eh... Ejem... Ya dejemos este tema ¿no?
El otro momento, de entre los muchos que hay, que más me fascina de "Cinema Paradiso" es, por supuesto el final: uno de los más bonitos que he visto en una película. Finalmente lo único que queda del "Nuovo Cinema Paradiso" son trozos de besos. Son los besos de la censura, aquellos que se pretendía condenar al olvido, aquellos a los que se quería negar la existencia, lo único que sobrevive. Alfredo los ha guardado para siempre. Y son el último regalo que le hace a Totó.
Todavía ahora, cuando veo esta escena, se me pone la piel de gallina. Supongo que es por escenas como esta que me quiero dedicar al cine. Si en algún momento yo consiguiera a través de una pantalla poner en otro ser humano una emoción aunque fuera sólo parecida a la que Tornatore puso dentro de mí la primera vez que vi esta escena, entonces... tantas cosas habrían valido la pena...
En fin. No os aburro más.
Ah, sólo una cosa. Esta semana se escapó del mundo el abuelo Pérez, abuelo de un buen amigo. Le había cogido cariño a su imagen a base de verla. Por suerte su nieto le sacó tantas fotos que, como los besos de Alfredo, la guardó para siempre.
Descanse en paz.
martes, 23 de marzo de 2010
Can Mas Déu
Del viaje lo que más llamó mi atención fue la visita al Can Mas Déu. La organizadora del festival, Visi, nos llevó a comer allí. ¿Que qué es el Can Mas Déu? Pues es una casa del siglo XVII, grande rodeada por terrenos boscosos, en los límites de Barcelona. Allí vive el Peix, con el que compartimos comida, sobremesa y copas después de la cena. Junto a él, viven también otras 24 personas en la casa, todos okupas, que han hecho del lugar un sitio muy particular.
Cuando la policía los quiso echar, hace seis años, resistieron, y al final fueron los propios vecinos del barrio los que les dieron cobertura y apoyo -entre otras cosas, se pretendía impedir que el verde de los árboles de la zona se sustituyera por cemento para médicos ávidos de casas lujosas-. Los okupas sacaron el azadon, araron la tierra. Decidieron comer de lo que plantaban en sus huertos y beber del agua de la lluvia. Decidieron usar cosas que otros tiraban. Se acercaron al barrio. Les abrieron las puertas de su casa okupada con, entre otras cosas, una gran comida vegetariana para todo aquel que quisiera acudir -y acuden a veces hasta doscientos- cada domingo. Empezaron a realizar toda clase de actividades para los más jóvenes, como por ejemplo la construcción de bicicletas con pedazos de otras bicicletas, ya muertas -llegué a ver en una de las habitaciones una pared totalmente forrada de bicicletas-. Tenían una barbacoa de energía solar, una lavadora que funcionaba a pedaleos, construían en el exterior una caseta de paja -creo que sólo para ver cómo era eso de la paja como material de construcción-. Tenían salones acogedores, con libros y sillones, un montón de sillones colocados en círculo, preparados para recibir cualquier tipo de reunión, y hasta un piano -rescatado del olvido- que a veces hasta se tocaba.
En definitiva, parecían vivir en el borde mismo de la utopía... Y a mí me dio por preguntarme: Quién sabe cómo les irá en ese empeño, quién sabe las dificultades, los esfuerzos, los sinsabores o las angustias que se pueden ocultar tras esa apariencia de armonía, de paraíso perdido. Quién sabe qué miedos tienen, o a quiénes lloran. Quién sabe si no habrá alguno que no piense todo el tiempo en otra cosa más que en largarse... Quién sabe en definitiva, el precio que habrán pagado por perseguir su utopía. Y me respondí que fuera cual fuera seguramente habría valido la pena. Por haberse atrevido al menos a recorrer el camino.
Curioso sitio este Can Mas Déu. La casa de Dios.
Por cierto, entre las actividades que realizaban había una que se llamaba "Bricolaje sexual", que consistía en hacerse, señora, un vibrador propio con materiales reciclados.